Un año más, la zambomba de COGITI Cádiz y la Asociación Cultural Los Caireles del Real, volvía a reunir a colegiados y buenos amigos alrededor de una candela y buenas viandas en Jerez de la Frontera. El Salón Antonio El Motrileño, en Gualdacacín, acogía esta fiesta tan tradicional de la navidad andaluza, que alcanza su máximo esplendor en la localidad jerezana.
Justo pasado el mediodía, el salón se comenzó a llenar, en un magnífico ambiente, de abrazos, de panderetas sacadas de casa y de ese murmullo previo que anuncia que algo bueno está a punto de pasar.
Y pasó. La comida fue punto de encuentro y excusa perfecta para romper el hielo: tortillas camperas, chicharrones, chacinas, berza jerezana y pestiños fueron desfilando por las mesas, acompañados de bebidas y de alguna que otra vianda casera que los propios asistentes llevaron para compartir. Comer en Jerez, ya se sabe, es también una forma de conversar. Un networking de jerezanas maneras.
Después llegó el cante. Un grupo de música en directo puso voz a los villancicos populares de Jerez y a las bulerías, y el salón se transformó en una zambomba auténtica: palmas, compás, coros improvisados, bailes y ese pellizco que solo aparece cuando lo que suena es auténtico. No faltaron panderetas, zambombas ni instrumentos humildes, de los que no necesitan escenario para hacerse notar.
La tarde avanzó entre risas, letras conocidas de los villancicos más tradicionales y otras que se aprendían sobre la marcha. Entre compañeros, sin prisas y sin más pretensión que disfrutar. Porque de eso iba la cita: de compartir, de celebrar y de mantener viva una tradición que en Jerez no se guarda en los museos, sino que se vive. La zambomba de Los Caireles del Real dejó, una vez más, la sensación de haber hecho lo correcto: reunirse, cantar y recordar que la Navidad, cuando se celebra así, sabe mucho mejor.


