CEO de Z Ingeniería, destaca la calidad y la formación continua que ofrece el Colegio Oficial
Miguel Ángel Galán es el piloto a los mandos de Z Ingeniería, la sociedad que fundó en 2007. Esta empresa de ingeniería multidisciplinar se sustenta sobre cuatro departamentos: proyectos relacionados especialmente con la arquitectura, otros más fijados en la seguridad industrial, la rama de prevención y riesgos laborales y otra más especial centrada en los expedientes técnicos de fabricación, los conocidos Marcados CE.
Desde Jerez, Galán y su equipo desarrollan proyectos en toda España, con especial presencia en la zona de la Costa Noroeste y la Bahía de Cádiz. Cuentan con clientes Siemens, G&M Ingeniería, CEN Solutions, Grupo Orenes, Ametel, Grupo La Torre, Barbadillo, Hermanos Carrasco o Mariscos Ortiz, entre muchos otros. Además, se encuentra muy vinculado a su Colegio Profesional, a COGITI, del que destaca la calidad, profesional y humana, y la formación continua que ofrecen.
-¿Qué es Z Ingeniería?
-Se trata de un estudio técnico multifuncional, multioperativo, que abarca varios departamentos. Hay proyectos vinculados con la arquitectura, centrados en la adaptación de locales comerciales, naves industriales, centros comerciales.... Otra sección más industrializada con proyectos fotovoltaicos, contraincendios...
También los marcados CE, con las fichas técnicas necesarias para maquinaria agrícola o útiles de azado, para poder cumplir con las normativas; y por supuesto el apartado de la seguridad, de prevención de riesgos laborales.
-¿Cuándo nace esta sociedad?
-Como Z Ingeniería lleva funcionando desde febrero de 2007, cuando monté la empresa. Pero yo ya comienzo a trabajar en 2003 como autónomo. Ahora contamos con tres trabajadores más yo en la coordinación y la gerencia, además de una chica en prácticas de diseño industrial.
-¿Dónde cursó sus estudios?
-Aquí en Cádiz. Estudié Ingeniería Técnica Industrial en la UCA y dos master: uno de prevención de riesgos laborales y otro de gestión de calidad, ambos en la Universidad de Sevilla.
-¿En qué momento se decidió por la ingeniería?
-Yo siempre he sido muy inquieto. De pequeño, y ahora que estamos en estas fechas, pedía a los Reyes Magos las piezas de Tente para poder montarlas. También coches en miniatura, o el juego Electro L, que contenía circuitos para montar la bombilla, el interruptor...
A su vez, mi padre era oficial de albañilería. Lo acompañaba a la obra y sabía que tenía que dedicarme a algo relacionado con ello. Dudaba entre arquitectura e ingeniería, y la duda se solventó rápidamente cuando entendí que no había dinero suficiente para estudiar fuera.
-¿Y cómo le ha ido? Parece que eligió bien.
-Hay que diferenciar. El grado de satisfacción es máximo en cuanto al desarrollo de mi trabajo. Mi hijo me dice que cuando me ve montar algo es como si jugara a la consola, porque me lo paso pipa y celebro muchísimo cuando lo consigo y sale todo bien. Pero económicamente esta profesión no está lo suficientemente valorada. Hay mucha competencia, mucho intrusismo. Trabajamos por precios y condiciones que no son las más idóneas.
-¿Y eso a qué se debe?
-La ingeniería sigue siendo un sector muy vinculado a la construcción y la crisis del principio de siglo aún no ha terminado. Hay mucho profesional dentro de este gremio que tiene que comer todos los días y no pone precios acordes. No hemos llegado aún a la gestión de antes de la crisis de 2008, donde se estaba a un nivel notable de calidad, sostenibilidad y seguridad.
La construcción estaba en auge y las empresas sabían que debían invertir en ello, pero todos los parámetros cayeron a un nivel estratosférico. Ahora, desde 2015, estamos mejorando poco a poco pero hay que estar peleando mucho para cumplir con la seguridad. Tanto por parte de los empresarios, que deben proporcionar todos los elementos y recursos, como de los trabajadores, que se los deben colocar. Una nota negativa es que cada vez hay menos profesional especializado y al empresario le cuesta enfrentarse a los más competentes porque corren el riesgo de perderlos.
-¿Cuál es la mayor satisfacción que le proporciona su trabajo?
-Pues lo tengo muy claro. Estoy muy satisfecho de salvar vidas sin ser médico. Porque haciendo este trabajo de cálculos, de seguridad y prevención de riesgos laborales, salvamos vidas.
-Este año que termina recibió la Medalla de Oro al mérito profesional.
-Así es. El Consejo General de Relaciones Industriales tuvo a bien otorgarme dicho reconocimiento por un proyecto muy curioso, peculiar y complejo. Un elevador de féretros en el cementerio de Sanlúcar. Una máquina que debe cumplir una serie de condiciones muy concretas y, la verdad, quedó un diseño muy interesante.
-Se encuentra muy ligado a su Colegio Profesional, a COGITI Cádiz. ¿Qué es lo que destaca de él?
-Ante todo, el Colegio aporta calidad. Es un punto adicional en cuanto a calidad profesional, y yo añado también la humana porque conozco bien a sus responsables. Me apoyo mucho en ellos, cada vez que necesito asesoría responden con celeridad y con capacidad. Y por supuesto en la formación, COGITI es sobresaliente. Y eso resulta indispensable en una profesión en la que estamos en continuo cambio, donde se cambia reglamentación a diario, y no podemos quedarnos anquilosados.