El perito recuerda los momentos inolvidables de su extensa vida laboral, "son 52 años cotizados", y agradece el reconocimiento del Colegio Oficial: "Me ha llegado la recompensa"
Antonio Estudillo es la personificación del compromiso con el trabajo, con su familia y con su profesión. Este perito gaditano, miembro destacado de la familia de COGITI Cádiz (el número 30), se ha fraguado una existencia marcada por la superación de retos y el crecimiento constante. Peldaño a peldaño, desde 1948, ha desarrollado su labor con honestidad y eficacia. Aferrándose a la formación, de alumno y docente, como la tabla para impulsar talento y conocimiento.
Este pasado mes recibía el premio extraordinario a la fidelidad del colegio durante toda su vida profesional. El Decano Domingo Villero tomaba su figura, su presencia y sus palabras para alardear de que esta profesión es un "compromiso de vida". Y es que Antonio, a sus 90 años y con una memoria tan ágil y fresca como la de su juventud, representa ese pacto del ingeniero técnico industrial con la sociedad.
Comenzó ya a laborar muy joven, "pues al cumplir 14 años estuve trabajando en la Bazán como aprendiz de delineación. Sacaron tres plazas, me presenté y saqué la primera". Ese fue el primer paso en esta escalera de su vida. "Seguí con los cursos hasta que terminé delineante y me matriculé en la escuela de peritos". Se enroló porque "vi la posibilidad que había de hacer una carrera superior, que además se podía estudiar en Cádiz, aquí en la calle del Tinte".
El gaditano repasa los episodios de su existencia con memoria de elefante y la precisión de un cirujano. No olvida los detalles importantes mientras va separando la hojarasca. "Esa carrera eran cinco años: dos iniciales, comunes, y tres de la carrera propiamente dicha. Allí empezamos y allí acabamos, del 53 al 58".
Entonces tomó esta decisión que marcó su carrera, "Nada mas salir, ya me colegié en el 59. Fue de las primeras cosas que hice, por eso tengo un número tan bajo. El 30", destaca. "Lo hice porque precisamente me presenté para un examen que debía cubrir a dos 'ayudantes de ingenieros', pues antes no se llamaba perito a este trabajo. Conseguí una de ellas. Luego me contrató Astilleros, que sí reconocía nuestra profesión, y conocí a Enrique Torres, presidente del Colegio de Peritos. Hice amistad con él y me mostró las conveniencias de la colegiación. Resultó ser una de las grandes decisiones, pues el Colegio siempre ha estado por la senda del buen camino".
Durante nueve meses estuvo en Estados Unidos en una experiencia grabada a fuego, inolvidable. "Astilleros compró una empresa americana de calderas terrestres, y me enviaron como entrenamiento y aprendizaje. Durante casi un año me estuvieron preparando para cuando llegara a Cádiz. La experiencia fue maravillosa, aprendí muchísimo desde el punto de vista técnico y también fue gratificante en todos los sentidos", admite. "Me sirvió para crecer en un futuro. Coincidí en la época de John Fitzgerald Kennedy. Lo mataron dos meses después de que yo volviera a Cádiz", recuerda con una sonrisa.
"Justo en ese tiempo se fundó Estructuras y Calderas en nuestra provincia. Y todo el diseño y la parte técnica la llevé yo". Volvía a tomar la delantera, en los puestos de vanguardia de la compañía. "Representábamos la parte industrial del Astilleros, hasta que en el curso 72-23, Astilleros dejó de utilizar estas estructuras y se quedó con el sector naval".
"Entonces pasé a las fábricas de San Carlos, en San Fernando. Con mi experiencia me desarrollé mucho más y fui ascendiendo gracias a mis conocimientos". Otro peldaño más. Hacia arriba. "Esa ha sido un poco la historia de mi vida, de ir siempre creciendo. Permanecí en San Carlos hasta que a los mayores nos prejubilaron. Aún así, estuve varios meses transmitiendo todo el trabajo y las enseñanzas a los jóvenes".
Era una lástima que por motivos de reciclaje laboral, por estrategias de rejuvenecimiento de plantilla, la sociedad renunciara a tanta pericia, experiencia y conocimiento. Así que "al prejubilarme, me contrató una empresa privada: Cálculos y Proyectos, PROCAL. Y allí me llevé una década hasta mi jubilación. Entonces me puse de dar clases a mis nietos", recuerda con ternura.
Es su otra gran pasión. La docencia. Porque Antonio Estudillo también dedicó parte de su vida a la enseñanza. "En San Fernando, en la escuela de Maestría Industrial, fui profesor de dibujo, pero tuve que dejarlo cuando me marché a Estados Unidos. Más adelante, en la escuela de Ingenieros Técnicos Navales, en la calle Sacramento, ejercí de profesor de dibujo técnico y geometría descriptiva".
Ningún ingeniero más en la familia
"Han sido 52 años cotizados, desde que empecé en el 1948". Hace cuentas y repasa momentos."Recuerdo mucho trabajo y a la vez con mucho gusto. El trabajo me ha llenado. Le he dedicado muchas horas, pues he tenido cinco hijos (ningún ingeniero más en la familia). Pero mereció la pena".
Antonio apura los últimos días del año con el brillo en su mirada. Hace muy poco vivía uno de esos momentos tan emotivos que son de un valor incalculable. Familiares, amigos, compañeros... reconocían ese 'compromiso de vida'. "Me ha llegado la recompensa. No me lo esperaba, a mi edad, por eso he querido reconocer tantas cosas que han hecho bien por nosotros, por nuestra profesión. Desde que empezó el Colegio ha trabajado muchísimo por el colectivo: por su prestigio, por las titulaciones, porque todos los proyectos llevaran ese visado que es una garantía. Ha habido mucha lucha".